Este relato viene con amor, responsabilidad, respeto hacia
cada ser humano y su mundo, y confianza en que en nuestros corazones hay una
luz más fuerte que las teorías, la información y los diagnósticos.
Cuando niña siempre tuve la idea de que algo no andaba bien, ¿por
qué soy rara? Con frecuencia me hacía esta pregunta que me acompañó hasta mi
juventud. Tenía la sensación de que en mi cabeza había algo más fuerte que yo,
que de alguna forma me superaba, mi mente corría a 1000 por hora con
pensamientos que yo no quería pensar, yo solo quería que se detuviera, pero generalmente
no lo hacía. En esta lucha entre mi mente y yo, encontré una forma, una
aparente salida, una conducta repetitiva que me brindaba al menos un poco de calma
a la angustia que solía experimentar, el problema fue que en ocasiones esta compulsión
me dejaba una huella física que con el tiempo se fue haciendo más y más difícil
de ocultar. Por otro lado, era agotador porque esta práctica necesitaba ser
solitaria y en secreto pero en algún punto, al menos en casa, era de
conocimiento público “la manía” de la pequeña.
Ya en mi adolescencia, mi necesidad de ser socialmente
aceptable jugó un papel muy importante, si seguía haciendo eso que estaba
haciendo pensaba que terminaría mal, que las personas no me querrían al conocer
lo horrible que era por hacer eso que hacía, me forzaba a dejar de hacerlo y a
veces tenía éxito y a veces no; cuando finalmente lo logré, esos pensamientos que
me siguieron acompañando –que fueron cambiando en su forma, que ya no eran los
mismos– se tornaron aún más atormentadores. La “manía” durante mi adolescencia
y juventud tuvo varias formas de manifestación que solían también ser solitarias
y en privado, aunque en algunas ocasiones no lo fueron: verificaciones
constantes de cosas que ya había hecho, actos de auto-injuria (tal vez como
secuela de la primera manifestación), crisis de rabia y ansiedad, y trastornos de mi
conducta alimentaria.
En algún punto a mis veintipocos pensé que de eso se trababa,
neurótica o no, había llegado hasta donde había llegado, con una familia linda,
con amigos, un buen trabajo, llegué a la conclusión de que no me podía quejar,
que a más de uno le iba peor en la vida, y que mal que bien, yo estaba logrando
cosas. A veces –sobre todo cuando me fue bien– quise olvidar eso que siempre
fue verdad para mí; y eso, venía con más fuerza.
Hace prácticamente
11 años llegué a una experiencia llamada Insight, y un esbozo de cambio se
manifestó, empecé a experimentar paz por períodos mucho más sostenidos de
tiempo y la recaída era más breve, más intensa en un inicio, pero más breve.
Adopté Insight como una forma de vida, empecé a tomar elecciones más
conscientes, a practicar diversas herramientas que me asistían a estar más
tranquila y me permitían experimentar mayores niveles de confianza conmigo. La
clave de todas estas herramientas, la Consciencia. Y así, empecé a crear nuevos
hábitos, con amor y compromiso.
Al poco tiempo de Insight, conocí MSIA, una organización cuyo
objetivo es la trascendencia del alma, desde nuestra experiencia actual, aquí y
ahora, cómo podemos las personas experimentar más del cielo en la tierra. Esta
experiencia ha sido y es decisiva en mi trabajo personal y espiritual, y me ha
asistido a sostener aquellos cambios que me han funcionado.
Finalmente descubrí a través de un gran amigo, las
constelaciones sistémicas y más recursos se hicieron disponibles para mí, aprendí
algo muy importante acerca de abrazarlo todo, absolutamente todo en mi vida.
Si vives con esta condición, podrías decir: “bien ¿ y como se ve esto en la
práctica” o “¿qué es lo que haces para manejarlo?”
- Aprendí a darme cuenta justamente cuando llegan estos pensamientos y a identificarlos.
- Aprendí a re-direccionar mi enfoque hacia lo positivo (trabajo con herramientas que me apoyan a re-direccionar estos impulsos internos hacia lo positivo: tales como afirmaciones y visualización creativa).
- Aprendí a respirar y a utilizar la respiración como un recurso para traerme presente, al aquí y ahora.
- Aprendo día a día a conectar con mi corazón, esta parte en la que simplemente Soy, ahí donde no hay obsesiones ni compulsiones, ahí donde simplemente puedo observar, ahí donde radican las respuestas y el amor (prácticas meditativas y mi relación con Dios).
- Aprendo día a día a utilizar el amor como una herramienta sagrada en mis interacciones (conmigo y con otros).
- Aprendí a aceptarme con todo lo que traigo, a aceptar mi historia, a aceptar lo que me gusta y lo que no me gusta y a ver la bendición oculta en lo que no me gusta.
- He aprendido que aquello que oculto, que aquello que no quiero ver, que aquello que niego, que aquello que olvido, hará lo que necesite hacer para volver a tener un lugar. Hoy abrazo mi pasado en gratitud por todo, absolutamente todo lo que he vivido. Hoy por ejemplo acepto y valoro mi afán por el control, la organización, la estructura y el trabajo; llevado a un extremo es doloroso, pero administrado de manera efectiva, me ha llevado a resultados verdaderamente satisfactorios en mi vida, hoy son recursos fantásticos que yo administro con responsabilidad día a día.
- Aprendo sobre la marcha a ser constante y comprometida.
- Agradezco por cada experiencia en mi vida.
Tal vez no pueda controlar lo que llega a mi mente, ni la
energía con la que irrumpe, quien sabe y nunca lo haga, pero ahora puedo verlo
y reconocerlo cuando llega, aceptar que está ahí y que vendrá de vez en cuando,
ese es el momento clave donde hago el cambio internamente y aplico lo aprendido,
lo miro y me muevo en otra dirección, con gratitud porque está ahí para que yo
pueda seguir aprendiendo.
El aprendizaje no termina, los puntos detallados líneas
arriba, son de aplicación diaria y constante. John Roger a quien admiro
profundamente dijo “El precio de la libertad es la eterna vigilancia”; esto es
verdad en mi vida, mantenerme consciente y en movimiento, haciendo más de lo
que me funciona para Ser Libre y Feliz. Hoy puedo declarar que soy libre, feliz
y vivo en PAZ.
Yo no fui diagnosticada,
y si bien es cierto nunca quise hablar de esto por temor, hoy doy gracias por
eso, por no haber sido etiquetada, por no haber sido clasificada. Mis padres
siempre me trataron como a una persona normal y eso es lo que soy.
Este testimonio
simplemente trae el mejor deseo de compartir más opciones, opciones que me
funcionaron y que me funcionan. Hay mucha información al respecto de esta
condición, es cierto, pero para que conformarnos; quiero decir, si te funciona lo
que estás haciendo para trabajarlo, en buena hora! Pero si no estás satisfecho
o conoces a alguien que no lo esté, pues aquí hay más opciones. Seguir
buscando, ir por más, probar algo diferente, está siempre, siempre disponible. Gracias por leerme!!